miércoles, 29 de septiembre de 2010

Tres lecciones de Christopher Nolan

Un vistazo accidental a la cartelera me ha deparado una agradable sorpresa. Incepción (Origen), de Christopher Nolan, aún se encuentra en los cines, y eso que fue estrenada a principios de agosto.

He aquí una satisfactoria lección para productores, creadores y comentaristas. Empezando por estos últimos -yo no estoy libre de pecado- que a menudo piensan que el gran público está idiotizado y ellos son la esencia del discernimiento. Pues bien, comprobamos con esta cinta cómo miles de personas se han retratado en taquilla para asistir a una narración, en ocasiones, extremadamente compleja. Y -al menos puedo hablar por el resto de espectadores con los que compartí sala- la han seguido con singular respeto y emoción.

A los artistas, Nolan vuelve a darles ejemplo de un desafío extremo. Si en Memento tuvo la sencilla idea (todas las ideas verdaderamente notables lo son) de contar una película marcha atrás, en Origen dio justa réplica al hartazgo del cine en 3-D, ese viejo y aparatoso invento. Lejos de arrojar imágenes fuera de la pantalla, Nolan ha empujado al espectador en tres (o más) dimensiones hacia dentro de la narración, confiando en las lentes de su inteligencia y su imaginación.

Por cierto, ojalá esta película valga para insertar una idea en la mente de los mercaderes de la industria del entretenimiento: el talento y el buen hacer siempre son rentables y no hay piratas que puedan con ellos. Ni siquiera cuando esos piratas son productores a la búsqueda de dinero fácil.

domingo, 26 de septiembre de 2010

Ser o no ser Wallander

Kenneth Branagh nació en Irlanda del Norte, en el seno de una familia protestante que emigró a Inglaterra huyendo de la violencia política y religiosa. Dicen que al poco de ese traslado, el niño inició una representación que le marcaría de por vida. Dentro de casa, para gustar a los suyos, hablaba con  acento irlandés. Pero, toda vez que atravesaba la puerta ese acento desaparecía para gustar al mundo urbano, culto y clasista en el que pretendía triunfar. El resultado ya lo saben: hizo de Shakespeare, el palacio real del idioma, su propia casa. Fue, como mandaban los tiempos, un príncipe del pueblo megalómano, ambicioso, algo vasto. Pero también fue tierno, vitalista y felizmente creativo.

Luego, estar en esa casa no le bastó y ensayó el acento americano con un tono grandilocuente pero sin verdadera grandeza. No le escatimo méritos: logró arrancar a Hollywood un Hamlet completo de cuatro horas. Pero algo fallaba. Imaginen que un amigo rico y excéntrico no da la oportunidad de recrear aquel antiguo piso donde nos sentimos más vitalmente plenos, más apasionados. Por muchas emociones que remueva, no dejará de ser un decorado.


La decisión de interpretar a detective Kurt Wallander, del novelista Henning Mankell, me pilló desprevenido y lo atribuí a un intento del actor por recuperar una popularidad perdida desembarcando, como han hecho otros, en el formato televisivo. Y, de hecho, aún sigo convencido de ello. Entonces, ¿porqué me emociona tan profundamente esta actuación? El otro día me di cuenta: Branagh ya no es joven y cuando uno pasa el medio siglo de existencia, sabe que los escenarios de su vida se van acotando. Tampoco hay acento que imitar cuando se interpreta, en inglés, a un policía sueco sensible, inteligente y emocionalmente malherido que encarna el malestar del cacareado Estado de Bienestar.


En la escena más conmovedora del primer y espléndido capítulo de la serie, Wallander vuelve a la casa de su malhumorado padre, un pintor que considera a su hijo un traidor por la identidad que ha decidido tener. Wallander descubre que está enfermo de Alzehimer y que, pronto, los felices días de infancia y las desavenencias posteriores desaparecerán entre ellos y le confiesa, con gran alivio, lo desgraciado que se siente en la vida. Como en otros momentos de la serie la carga emocional es mucho mayor que la que solicitaba el guión. Pero fue en ese momento cuando me quedó claro que tanto en su vestimenta descuidada, en su andares y gestualidad cansada, Branagh, a fuerza de no querer tocar techo, era un hombre sin hogar. Que nos recitaba el monólogo 'ser o no ser' como ningún actor antes lo había hecho: en su interior, mientras intenta resolver infames misterios de la naturaleza humana.

lunes, 20 de septiembre de 2010

Adiós a Labordeta por Goytisolas

Érase un nacionalista generoso, un político honrado, un poeta sin ego, un republicano tan indudable que aceptó a un rey entre sus amigos.  Érase un hombre tan práctico que fue utópico.Tan culto que se hizo de pueblo. Tan conocedor del idioma que llevó la palabra mierda y se la arrojó a la cara de sus señorías como abono y noble estiércol. Érase un hombre de cultura tan grande que en ella cabían la tierra salvaje y la cultivada. Érase una voz tan hermosa que la música la perseguía hasta hacerle cantautor.

Esas cualidades excepcionales las llevaba puestas como si fueran de sentido común. Todas estas cosas fueron posibles mientras Labordeta caminó derecho sobre este mundo al revés. Descansa en paz dulce hombre rudo.

jueves, 16 de septiembre de 2010

Sonora bendición a Gerardo Olivares

Gerardo Olivares sería considerado uno de nuestros mejores directores sino fuera una persona accesible, afable y cabal. Mientras, viene a ser una especie de amigo en expansión, pues cada de vez es más numeroso el público que le aplaude, la gente que le escribe -y a la que él contesta primorosamente- en las redes sociales, los jurados que le premian y los críticos que le reseñan. Y a todos, después de tratar con él y con lo que hace, nos queda una sensación de afecto, un sentimiento que no ha tenido mucha vinculación con el proceso creativo sino es para denostarlo: si nos gusta la obra de un hombre que nos cae bien es, tal vez, porque nuestro juicio se ha nublado a su favor.

Y sin embargo, el afecto es la clave de su cine. Olivares no es paternalista ni un resentido que quiere hacernos sentir mal, sino que sus películas sean un lazo de celuloide entre, por ejemplo, aquellos que quieren pasar el Estrecho en 14 kilómetros y el espectador acomodado en el mundo al que aspiran. De igual manera, por muy extremo que sea el paisaje, nunca es hostil para su cámara. En años en que directores de cine y televisión  utilizan la cámara en mano para aparentar la verosimilitud documental, Olivares concede a sus bien documentados personajes la generosidad del plano perfecto en encuadre, luz y sonido, por muchas difícultades técnicas y estrecheces que pudieran condicionar el rodaje.

Ahora, Gerardo nos anuncia desde Facebook que Klaus Badlet, uno de los compositores más cotizados de Hollywood (El Príncipe de Egipto, Gladiator, La Prueba...) ha accedido a poner música a su último film, 'Entrelobos', la historia del caso real de un niño salvaje en España.
Una sonora bendición. Badlet ha preferido a un sustancioso cheque el talento de un hombre por el que, seguro, ya tiene afecto.

lunes, 13 de septiembre de 2010

Diderot nunca quemaría el Corán

Cuando le metieron en la cárcel por sus ideas, fue todo menos valiente. Irresponsable con las necesidades de su familia; ponía los cuernos a su mujer con una madame más fina; egocéntrico, si le visitaba un amigo en la cárcel lo tomaba como una constatación de que no podían pasar sin él y no como una prueba (arriesgada) de afecto. También fue uno de los hombres más trabajadores e inteligentes que ha conocido la Humanidad.

Nos referimos a Denis Diderot que, junto a D'Alembert, Rousseau y Voltaire, capitaneó la enorme empresa de la Enciclopedia. Su magnífica aventura es recreada por Philiph Blom en Encyclopédie, el triunfo de la razón en tiempos irracionales (Anagrama, 2007). Fueron 27 volúmenes, 72.000 artículos, 16.550 páginas y 17 millones de palabras por las que sus autores "vivieron años de detenciones y encarcelamiento, amenazas y ridiculización, confiscación y exilio" al haber definido un mundo en el que Dios era una parte y no el todo.

El reverendo que en Estados Unidos quiere quemar el Corán - y al que su rebaño considera sin fisuras un hombre ejemplar-es, también, un ciudadano del mundo gracias, en esencia, a aquellos escritores del París del siglo XVIII. Pero, como tantos otros, utiliza la repercusión medíática de la conocida como 'aldea global' poniendo el énfasis en la primera palabra.

A los enciclopedistas (lo qué hubieran dado por un PC con internet al servicio de la Ilustración) jamás se les hubiera ocurrido prender un folio. Bastante tenían con salvar a los suyos de la pira, incluyendo la entrada destinada al Corán, igual de valiosa que aquella que explicaba la construcción de una casa o la que describía la forma de las nubes.

Por eso, a pesar de sus múltiples defectos, fueron, a fin de cuentas, hombres buenos, de una manera que ningún credo divino ha sabido asumir ni tolerar: En consecuencia, la religiones nos siguen dando rectos hombres malos, de una sola y mala pieza, para quienes sólo existe un libro y todo lo demás merece, merecemos, las cenizas.

domingo, 12 de septiembre de 2010

Claude Chabrol: Fundido a Negro


Se decía de él que era el Balzac del cine, por ser tan prolífico y centrar la mayoría de sus miradas en la burguesía. También, que era el Hitchcock francés, por su querencia por los argumentos de intriga criminal. Bien dicho está. Pero fue algo más. En tiempos de desaliento del cine europeo, por la desleal competencia en el mercado del cine americano y la más aún desleal -por elitista, pesimista y aburrida- incompetencia de los creadores en el viejo continente, Chabrol estrenaba películas sin parar y con ello daba el mejor ejemplo de qué hay qué hacer para seguir: tan sólo seguir.      
                                                                                                              Ochenta años y ochenta películas. Qué cuenta de resultados tan envidiable. Aún recuerdo sus comentarios en las ediciones en dvd de su obra, en los que se sorprendía de haber rodado una buena o una mala secuencia que, mirando siempre al próximo proyecto, ya había olvidado. No se dio tiempo ni oportunidad para ser un viejo creador que añora su obra pasada. La muerte tuvo que cortar la escena en pleno desarrollo. La parca ha puesto en evidencia que, ante todo, es una mala directora sin imaginación, ni sensibilidad, ni un mínimo amor por la intriga. Como poco, al joven Chabrol debería haberle dejado realizar una docena de películas más.

sábado, 11 de septiembre de 2010

Aliento para Roberto Saviano

Una cuestión difícil, la de comenzar un blog de este tipo. ¿Música, cine, literatura? Y, dentro de ellos, qué elegir: ¿Algo que en estos momentos tengas entre manos o una obra como la que titula este espacio y cuya resonancia se extiende a lo largo de toda la vida? La duda se resuelve gracias a Roberto Saviano. No concibo mayor urgencia que la de dar aliento a un hombre cuya vida pende de un hilo y puede ser arrebatada por los señores del crimen organizado. Unos tiranos que obran casi con impunidad, entre otras cosas, porque escritores e intelectuales supuestamente comprometidos tienen un alto instinto de conservación y consideran conservador exigir un gran refuerzo de los mecanismos del Estado para ponérselo más difícil a los generales y los soldados del crimen.

Debo confesar que Gomorra no me pareció un libro bien escrito, lo que nada tiene que ver para que fuera perfecto. Se necesitaba vehemencia, dolor, exasperación, lucidez y coraje, no un ejercicio estético calibrado que, yo no sé si el autor pretendía, pero que al lector nada importaba. Ahora, en la colección de artículos La Belleza y el Infierno, se encuentran esas propiedades de estilo que, si antes  incluso podía molestar el Saviano cronista a pie de calle, ahora se han convertido en sus aliadas en su encierro para amplificar su voz y que ésta no sea prisionera, como su dueño, de un ancho mundo convertido en una sola habitación de hotel. (Muchas precauciones, mucha suerte y ojalá que cierto temor por parte los asesinos hayan impedido que la muerte llame a la puerta).

Volveremos más adelante a La Belleza y el Infierno. Tan sólo apuntar que su introducción debería ser estudiada en todas las facultades de Periodismo como ejemplo de escritura honesta. En su fondo y, también, en su forma.

Adelante, está abierta

Casa Desolada. Un diario de navegación entre diferentes películas, libros y discos. Un título que hace referencia a la gran novela de Charles Dickens. En la obra los protagonistas viven en una mansión así llamada, pero el lector pronto se da cuenta de que la verdadera casa desolada es el mundo exterior. Pues bien, comenzamos a llenar las estanterías, paredes y rincones... bienvenidos.