domingo, 30 de enero de 2011

Eco, Grossman y Ley y Orden


No había acabado El Cementerio de Praga, la última novela de Umberto Eco, cuando había comenzado Todo Fluye, de Vasili Grossman, y, entre medias, se me ha colado un episodio de Ley y Orden.

El primero trata sobre los criminales que, pluma en mano, inocularon en antijudaísmo en el siglo XX. ‘El odio calienta el corazón’ dice uno de sus personajes. Grossman arranca su texto con un soberbio capítulo, testimonio del antijudaísmo, ya como estructura social, del régimen de Stalin. El episodio de Ley y Orden plantea la existencia de una página web que señala a ciudadanos que considera indeseables y cuyos comentarios, al final, azuzan a una pobre enferma mental a llevar a cabo un asesinato.

A Umberto Eco le encanta la narrativa popular y tiene escrito, como semiólogo, que vivimos en un mundo repleto de significados, narraciones e información, en donde la lectura de un libro no se produce en el vacío, sino que, desde que se comienza y hasta su conclusión se entrecruzan otros libros, películas, anuncios, y la simple vida cotidiana cargada de complejas historias (o viceversa). Toda obra es una obra abierta.

Por lo tanto, unamos las tres propuestas: el odio alimentado por mentes sin escrúpulos calienta el corazón y fluye por la estructura social y, al final, siempre encuentra uno o un millón de dementes que lo materializarán en un derramamiento de sangre.



Los mandamases judíos y los de la Iglesia han reprobado a Eco. ¿Por qué no se vuelven contra Grossman o contra la veterana serie de televisión? ¿Porque uno está muerto y la otra no tiene prestigio intelectual? Si representan a los perseguidos y a los hombres de buena fe deberían agradecer estas narraciones –ya sean grandes o modestas, de gran erudición o rápido consumo– que exponen y atacan a los criminales del pensamiento. Si no es así ¿Cuál es su bando?




viernes, 28 de enero de 2011

Rafael Flores. Trabajo y amistad como obras de arte

En este blog hay un enlace que necesitaba una aclaración y hoy es el día adecuado para llevarla a cabo. Se trata de la recomendación de la web de Rafael Flores. Alguien, no sé quién, dijo que un verdadero amigo es la obra de arte más lograda. Ésa sería la definición más exacta que se me ocurre de mi relación con este escritor argentino afincado en Madrid por su pasado político. 



No nos hemos visto mucho a lo largo de los años (creo que le he oído más veces por la radio presentando su programa Mano a mano con el tango, que conversando cara a cara) pero todos los encuentros han sido decisivos. Aquí importa el primero, hace más de 20 años, cuando yo no era más que un alevín en el terreno de las letras, él me puso en la corriente adecuada para que prosiguiera por mi cuenta. Y el último, el año pasado, cuando me entregó su libro ‘Pasión y Caída’ Memoria de la Mesa de Gremios en Lucha. Argentina, 1973-1976.

En sustancia, se trataría de un testimonio sobre el movimiento sindical alternativo desarrollado en Argentina al margen de los sindicatos peronistas y, luego, brutalmente reprimido. Pero la importancia de ‘Pasión y Caída’ es mucho mayor. 

Flores hace tiempo que domina como nadie el tango escrito. Con envidiable prosa seductora que equilibra inteligencia, amor, dolor y nostalgia, da testimonio de la plenitud de ser trabajador y sindicalista.  Una forma de vida que parte de los problemas concretos para lograr un enriquecimiento continuo que va más allá de las mejoras salariales, pero que nada tiene de místico: ser más persona cuando se acaba la jornada y no menos. 

¿Utopía? Puede, pero mantener las utopías, siquiera de pensamiento, previene de la distopías, esas sociedades perversas contrarias a la ideal que devienen en 'corralitos' que hoy conocemos. 

¿Por qué 'Pasión y Caída' fue editada en Italia hace tres años pero no en España? ¿Tendrán razón los que dicen que antes de una crisis económica hay siempre una crisis cultural? Existe una burbuja literaria y las estanterías de las secciones de libros de los grandes almacenes se parecen cada vez más a esos bloques de pisos a medio hacer en donde nadie trabaja, aunque, por supuesto, están a la venta. 

En este día en que me dicen que yo y los míos tendremos que afanarnos más para recibir menos, esas novedades literarias no me dicen nada. He vuelto, entonces, a releer algunos trozos de ‘Pasión y Caída’. 

Rafael Flores no ha hecho otra cosa en su vida que trabajar y no ha ganado nunca más que un operario, pero cada día acaba la jornada siendo un escritor más grande. Hace 20 años me ayudó comenzar y hoy me ayuda a seguir. Lo dicho, inspira como una obra de arte y, para mi fortuna, es mi amigo.


Sitio web donde conocer a Rafael Flores un poco más 

miércoles, 26 de enero de 2011

Sherlock y Dickens: Casas rescatadas


Visita a Baker Street las pasadas navidades. La reconstrucción del domicilio de Sherlock Holmes es una pequeña delicia tanto para el turista que conoce vagamente al personaje como para el aficionado más obsesivo. La cola, una babel de idiomas que tan sólo representa un pequeño ejemplo de todos aquellos a los que Conan Doyle ha sido traducido y una y otra vez reeditado. Un ‘bobby’ decimonónico, en la puerta, y dentro, una sucesión de cuartos y rincones en lo que se puede considerar un irrupción doméstica de unos personajes que aún parecen vivir en una dimensión paralela.

Ahora que todo lo medimos en puestos de trabajo, esta iniciativa de una asociación de admiradores de la creación de Conan Doley ha logrado, con la adquisición de esta casa (no es, desde luego, el 221 que nunca existió) una docena de puestos de trabajo que no parecen amenazados por la crisis. No, desde luego, el del figurante que interpreta al Doctor Watson y que te invita a posar sentándote en el sofá del detective, al lado de su pequeño laboratorio y la chimenea.

También en Londres, la Heritage Lottery Fund invertirá dos millones de libras en salvar la casa que habitó Charles Dickens en Doughty Street. No se trata, he aquí lo importante, de la casa donde nació o murió. Fue la casa en donde escribió Nicholas Nickleby y celebró sus primeras navidades en familia. ¿Parece mucho dinero? ¿Comparado con qué? Este es un inmueble que no estallará en ninguna burbuja inmobiliaria.

De vuelta a España, trato de recordar algún hogar literario y no lo encuentro. No me refiero a casas de nacimiento o muerte del autor, con su placa de panteón, sino aquel que se inventa o se conserva por algo significativo en su creación, que debe ser lo que nos importa porque es lo que sigue vivo. Como la primera navidad del autor del más famoso cuento de época del año. Ya no digamos de la casa de un personaje. 

Me refiero a un hogar relacionado con la literatura donde el fuego esté encendido y acudan a sentir su calor gentes de todo el mundo. Pero nuestros escritores no han sabido construir un hogar soñado. Somos homeless literarios.

 Web The Sherlock Holmes Museum

lunes, 10 de enero de 2011

Auster y su último giro inesperado


Terminé irritado y defraudado la lectura de Sunset Park, la última novela de Paul Auster. Ahora, semanas después, empiezo a sospechar que no sólo no se trata de una obra fallida sino, tal vez, de una maestra. En su novela anterior, Invisible, me dí cuenta de que el autor de Nueva Jersey estaba en plena forma. No con el vigor juvenil de El Palacio de la Luna, sino con aquel otro empuje que va más allá de la madurez, en el que ya no hay obligación de demostrar nada, y de esa liberación fluye el más preciado arte.

También fluye Sunset Park, pero, ¿cuánta es la profundidad de su cauce? Su principio no podía ser más atractivo para un servidor. Un joven, Miles Heller, atormentado por la culpa de haber abandonado a su familia, trabaja limpiando casas desoladas (aquellas que han sido embargadas por impago de hipoteca) y saca fotos de sus interiores. A partir de ahí la novela se extiende como una mancha de aceite por las personas que se relacionaron o se relacionan con Heller: padres, padrastros, amigos y amores.

Como en todo Auster hay casualidad, fatalidad, obsesión por lo inesperado y agudas referencias a obras en apariencia lejanas y escogidas al azar, pero que funcionan como espejo de la trama (en este caso, una espléndida reivindicación del film Los mejores años de nuestra vida). Y momentos de su mejor literatura, que es lo mismo que decir que de la mejor literatura del momento, como el retrato del  padre de Heller que va, sin que su hijo lo sospeche, siguiéndole en su huida, contemplando sin comprender la vida del muchacho mientras la suya propia se va al garete.

Sin embargo, el final, que no puedo desvelar, me defraudó. ¿Qué había pasado?, me dije. La idea del retrato de las casas desoladas enseguida se abandona y este será el tono del resto de la narración, donde nada ni nadie parece perdurar contado con una prosa tan cristalina que no vemos llegar el fin.

Luego, días después de dar portazo a sus tapas, comencé a cambiar de opinión, como si Sunset Park hubiera logrado extender lo inesperado más allá de sus páginas. ¿Y si este cauce no es acaso un torrente? ¿Es posible hacer una obra que sea sólo impulso? Un libro que, terminado, se sigue leyendo. ¿No es eso lo que logran los maestros?