domingo, 5 de diciembre de 2010

Carta abierta a Gerardo Olivares

Estimado Gerardo:


Aunque vi Entrelobos el pasado lunes, no he tenido tiempo de escribir estas líneas hasta ahora mismo. ¿Qué puedo decirte? Fue, en cierta manera, como la primera nevada invernal: un fenómeno puro que ocurre una vez al año, si es que ocurre. Mejor aún, tu película nace del corazón de un paisaje nevado. Es la historia que se cuenta al amor de la lumbre, en una casa confortable por el calor y la compañía y no por las cosas que contiene.

Sé que el trabajo fue largo y difícil, pero con Entrelobos has conseguido lo más complejo: la sencillez.  Está Kipling y El Libro de la Selva. Están Pollack y Redford y Las Aventuras de Jeremíah Johnson, ejemplares soberbios con los que compartes, en armonía, el mismo valle. En cuanto a tus encuadres, digamos que has viajado por tantos países, has visto tanta gente, te has abierto a tantas miradas que, al final, tu planos son como la visión destilada, cristalina, de todos los ojos. Los míos han recorrido tu film como quien pasea por un campo.

Has sido un privilegiado con tus actores y viceversa y en ellos incluyo a los animales (un gran logro de miradas y movimientos). Incontestable el acierto de escoger al niño Manuel Camacho (el nacimiento de una nueva estrella que en todas y cada una de las secuencias conmueve al público) y muy reconfortante la interpretación de Carlos Bardem, que sabe encarar al malo de la película con versosimilitud y sin grotescos excesos. Aunque bien es cierto que, para mí, el momento más emocionante fue ver al grande, viejo y duro Sancho Gracia colocar una trampa para pájaros con una satisfacción infantil.

Gracias por una película que, en apariencia, parece fuera de este tiempo de tribulaciones y que, sin embargo, es la más pertinente. Cuando dicen que no nos salen las cuentas, es un buen consuelo demostrar la capacidad de contarnos historias intemporales y universales. Que este fuego no se te apague nunca.

Anterior entrada sobre Gerardo Olivares y Klaus Badlet
Página web de Entrelobos

lunes, 29 de noviembre de 2010

Jeff Goldbum, tan grande que ni se le ve

Se dice que Jeff Goldbum abandona la serie Ley y Orden. Lástima. Es uno de los mejores actores que conozco y podía verle gratis todas las semanas. Cierto que no siempre le tuve en esa consideración. Todo cambió hace un año, cuando le vi protagonizar Adam Resurrected, tan sólo estrenada en la Seminci. Un film por desgracia desconocido y que os invito a rastrear en internet ya que apenas ha tenido vida comercial.

Obra de Paul Schrader, ese moralista obsceno director de Aflicción y Posibilidad de Escape y guionista de Taxi Driver y Toro Salvaje. Adam Resurrected lleva sus obsesiones sobre el mal, la culpa y la redención al extremo en la historia de Adam, empresario y artista de variedades berlinés al que encierran con su familia en un campo de concentración y fuerzan a asumir el papel de perro de un nazi (un Willen Dafoe al que hay que agradecer que se prestara a uno de los papeles más odiosos que pueda concebirse para apoyar el protagonismo de otro).

Adam sobrevive, pero su familia no. Ni tampoco, dentro de Adam, ninguna certeza de lo que es ser un hombre. Paciente de un psiquiátrico en medio del desierto de Israel, proseguirá con su actuación como persona alegre, encantadora y magnética hasta que se le encomienda un desafío: traer a la condición humana a un niño salvaje criado como un perro. ¿Para qué describir lo que no se puede? Tal doloroso delirio funciona gracias a Goldbum. Un emocionante acontecimiento artístico, casi un acontecimiento histórico.

Afortunadamente, el talento, como la sustancia que nos hace humanos (o alma, o lo que sea, pues ya sabéis de lo que hablo) no se pierde, sino que se transforma.

Después de sufrir el ostracismo por su mejor actuación, Goldbum ha creado un detective enigmático en Ley y Orden, que guarda cierta semejanza con su Adam Resurrected. Tiene algo de histrión encantador que nos distrae para realizar el truco más difícil y peligroso: aquel que revela la verdad.

viernes, 26 de noviembre de 2010

P. D. James y todo lo que sabe

En Todo lo que sé sobre novela negra la nonagenaria P. D. James demuestra, en efecto, lo mucho que sabe. Da las claves que debe tener una buena novela de este tipo según su larga y rica experiencia como lectora y como escritora.

Aguda percepción la suya sobre una Agatha Christie que considera que triunfó "por falta de escrúpulos". Mientras otros tenían reparos en que, por ejemplo, un niño fuera el asesino o el asesinado, ella no.

P. D. James, a pesar de ser autora de, al menos, media docena de novelas sobresalientes y de una obra maestra absoluta como Sabor a Muerte, raramente se pone como ejemplo. Tan sólo en un capítulo explica, sin pedantería, los puntos principales de sus propias obras. Por lo demás, Todo lo que sé de la novela negra es una interesante reflexión de prosa perfecta, que no pretende sentar cátedra y que tan sólo hace un apunte sobre aquello que no le gusta: los escritores a los que califica como "los monótonos". No se ceba en ninguno en particular y da sus grises rasgos compartidos por muchos: en una novela de intriga ya no son capaces de intrigar.

Es como una de esas observaciones de su admirada Miss Marple, esa viejecita por la que de niña ahorraba su paga para leer su nuevo misterio. Ahora ella misma podría interpretar, con sus muchos años y su aguda inteligencia, a esa detective. Algo de eso hay cuando deplora el caos del mundo actual y añora las novelas situadas en aquellos pueblos ingleses bucólicos y ordenados en donde sucede un asesinato a resolver por un o una detective de dotes extraordinarias.

Misterio que sobrevuela a este libro sobre el misterio:  la naturaleza humana que, hacia su final, vuelve a la infancia. Y P.D James ha regresado con una sabiduría que compartir.

lunes, 15 de noviembre de 2010

José María Nieto o el humor como arte


Aunque desconozco hasta dónde traza sus líneas, he de suponer que para muchos de los lectores de Casa Desolada que no viven en Castilla y León José María Nieto es un desconocido, así que todo lo que sigue se encuentra bajo el imperativo de la recomendación. El acercamiento ideal sería hacerse con el último volumen que resume cinco años de viñetas: Ironías renovables

Pero, tanto para quienes le conozcan como para los que no,  la justificación de su entrada en este blog es la misma: se trata de llenar nuestras estanterías con creaciones que contribuyan a hacer de nuestra vida un arte. Nieto cumple con ello a diario desde el humor gráfico en su sección Fe de Ratas de El Mundo de Castilla y León.


Tiene inteligencia, una extraordinaria capacidad de síntesis de información, opinión y sintonía con el lector. Conserva la habilidad de decir la verdad en la edad adulta con la pureza de la profunda penetración, insolencia y ternura de la infancia.

Para aquellos que aprecien la obra gráfica, el trabajo aquí expuesto pone en evidencia su categoría. Un primoroso amor por el detalle y la justa elección de perspectiva son sólo dos virtudes. Para los de letras está la asombrosa constatación de que ha logrado, con sus roedores a dos patas, construir, al hilo de la actualidad de una región, una fábula diaria con encanto narrativo y moraleja universales.

El talento de Nieto es el reverso del flautista de Hamelin: nos ha traído sus ratas en una comunidad autónoma donde hay pocos niños. Se dirá que son bichos y encima de mentira, pero aquí somos pocos y necesitamos toda la gente buena, lista y con sentido de humor posible.


PD: Conocer su obra es sencillo: sólo hay que entrar en la web de El Mundo y pinchar en la pestaña de Castilla y León (La viñeta del domingo: http://www.elmundo.es/elmundo/2010/11/14/castillayleon/1289727836.html. O bien, hacerse con algunos de sus libros recopilatorios (las dos tiras mostradas pertenecen al mencionado 'Ironías renovables').

domingo, 14 de noviembre de 2010

ADIÓS A BERLANGA, PATRIMONIO NACIONAL


Luis García Berlanga (1921-2010)

Amó y odió a España y a la condición humana con inimitable GRACIA.

Descanse en paz


domingo, 7 de noviembre de 2010

Miguel Hernández o la guerra civil de la humanidad

Del homenaje a Miguel Hernández en el centenario de su nacimiento oigo ruidos, pero no música. Su poesía es una partitura que ya no sabemos interpretar en grupo. He oído a políticos que dicen rehabilitarle y músicos que avanzan que van a musicarle. Es inútil. Son los políticos quienes quieren rehabilitarse honrando a Hernández y la música, por la que yo conocí al poeta en mi juventud, ya será siempre, para mí, la de Serrat.

Esto no quiere decir que haya salido intacto a la nueva presencia del poeta. Cuando el diario Público reeditó Viento del Pueblo enseguida lo compré pues, para mi vergüenza, recordé que ya no tenía ni un sólo verso de Hernández en casa. Fue leer el primer poema, dedicado a la muerte de Lorca, y un pesar renovado me hizo abandonar el libro. Con Lorca, la guerra civil quemó flores de belleza desconocida. Con Hernández extirpó una raíz. Nuestra sensibilidad ya no ha podido crecer de la misma manera. Una guerra no es en vano, se paga por ella.


¿Qué es este homenaje que se le tributa? Un bonsái. Un árbol domesticado que evoca a uno mayor. Antes cuando oía a Serrat hubiera sentido el impulso revolucionario de pedir justicia. Ahora siento una pena lúcida.

Dice Hernández:
Muere un poeta y la creación se siente 
herida y moribunda en las entrañas

En cuanto a los hombres que habitan en esa creación, una parte siente ese cataclismo y otra no. Los dos bandos de la guerra civil de la humanidad que no cesa.


 NOTA: Me disculpo por la tardanza en publicar una nueva entrada. Espero reactivar el blog con la agilidad merecida. Además tengo pendiente un par de entradas a las que llevo días dando vueltas. Gracias por asomaros a Casadesolada. Es un placer leer vuestros comentarios.

viernes, 22 de octubre de 2010

Reconciliado con la crítica de cine

Hubo tiempo en que mi seguimiento de la crítica cinematográfica era tan constante como mi pasión por el cine. Luego, sencillamente, ambas decayeron. Aún no sé a ciencia cierta porqué, pero lo cierto es que no eché nada en falta. Creo que abusé tanto del séptimo arte como de las opiniones de aquellos que lo glosaban para entender la vida, algo que puede estar bien en la juventud pero que llegado a la madurez empieza a robar mucho tiempo de esa vida que comprendes como un tiempo finito. Sin embargo, el otro día volví a comprar la revista Cahiers du Cinema, pues incluía un especial de Claude Chabrol.

Sólo puedo decir que la publicación ha progresado de manera excelente, desde la poesía de su portada a un plantel de críticos pertinentes (no practican el camino fácil de la impertinencia). Pero, sobre todo, me emocionó, y mucho, encontrarme con un artículo escrito por el propio Claude Chabrol del año 53, media década antes de que se pasara de la crítica a la dirección.

El fallecido director francés elogia Cantando bajo la lluvia como una obra maestra y a su director, Gene Kelly, como autor. No soy aficionado al musical, pero quién puede resistirse a un título de reseña como este: 'Que mi alegría perdure'. O a su magistral primer párrafo: 'La danza es uno de los medios más naturales que tiene el hombre para expresar lo que no sabe decir. Y lo que el hombre nunca ha sabido explicar con palabras -tan locuaz como se muestra para sus infamias y sus desesperos- es su alegría'. 

Tal vez por eso dejé de leer crítica de cine. Porque no tenía palabras como las anteriores, que dan la vida.

((La revista en formato digital http://www.caimanediciones.es/))

domingo, 17 de octubre de 2010

Maigret, el resistente de la novela negra

Al hilo de la entrada dedicada a la adaptación televisiva de las novelas de Mankell sobre el inspector Wallander, recordaréis mi extrañeza de que Branagh y la BBC se atrevieran con un autor y un personaje sueco. Pero la cadena ya había asumido con la misma clase e inteligencia ese riesgo hace veinte años con Maigret, el comisario del París del la posguerra, creación de la pluma de George Simenon.

En el primer caso, los paisajes de Escocia a veces tienen que pasar por los de Escania. En el segundo, la recreación del París de los 50 es uno de los trabajos de dirección artística más encantadores que he visto: no sólo el atrezzo reproduce con fidelidad la época, también hay en esa labor un intento de evocar las sensaciones por las que amamos la ciudad de la luz.

En estos tiempos donde se habla tanto de la Unión Europea y de los euroescépticos encabezados por los británicos, me agrada mucho ver cómo la televisión pública de las islas adoptó dos detectives vecinos -sueco y francés- como propios.

Ver ambas series me da pie a una reflexión sobre nuestro 'ser europeo': Maigret trabaja en el París que sale de la posguerra para dirigirse a la prosperidad. Como todo aquel que conoce las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial, agradece la placidez del hogar llevado por una mujer inteligente. Y, tras saber de campos de batalla y de concentración, tampoco se escandaliza de lo bajo que puede caer el ser humano. Siente compasión y simpatía natural por todos aquellos criminales de poca monta que no derraman sangre, pobre gente que no ha sabido o podido hacer otra cosa. Encarna los valores de la república (entendido como la cosa pública, la de todos) siendo un funcionario entregado a su deber que aspira a disfrutar de una merecida jubilación. Y su sentido moral es inflexible con los ricos y poderosos que trasgreden la ley. No sabe lo que es la depresión. En aquellos tiempos duros existía el enfado, la melancolía y, a veces, la honda tristeza. Pero nada que impidiera al comisario Maigret seguir a diario como si fuera un miembro de la resistencia, aún vigilante después de una guerra que casi destruye Europa.

Ahora, veamos a nuestro contemporáneo Wallander, parido entre los algodones de los bienes de consumo y los derechos adquiridos. Es como un huérfano de Maigret: las únicas certezas que parece encontrar en la vida vienen de los casos que resuelve y todo lo demás le atribula, en una amalgama en la que no sabe separar la crisis personal de la social.

En fin, yo, si me viera en un apuro, se lo comentaría entre copas a Wallander para poder desahogarme, pero esperaría que del caso se ocupara Maigret. Que me contagiara algo de su solidez de verdadero pilar de ese Estado de Bienestar que ponemos en peligro al descuidar la resistencia personal y el deber público aderezados -¿por qué no?- con una pizca de compasión y bondad.

PD: Maigret está editado en DVD y también se puede ver de una forma que el comisario no aprobaría del todo.
(Para más información sobre el personaje recomiendo un atractivo blog: detectivesdelibro.blogspot.com)

sábado, 9 de octubre de 2010

Springsteen loves Morricone

Las mil y una maneras de hacer música no han conseguido, por fortuna, desbancar a mi favorita: el disco que te llega porque un buen amigo te lo regala. No se trata sólo de un signo de afecto hacia uno, sino también hacia el disco en sí y la complicidad que éste genera.

Creo que descargué We all love Ennio Morricone cuando salió, hace ya tres años, como muchas otras cosas. Sin embargo, ha sido el regalo del CD lo que lo ha rescatado de la sobreinformación musical tan propia de estos tiempos, tan mala como la ignorancia de mis primeros años como aficionado a la música.

Hablaba de complicidad y este es un disco de cómplices. Creo que Morricone es uno los pocos autores, tal vez el único, capaz de unir en su homenaje a criaturas tan dispares como Celine Dion, Herbie Hancock o Bruce Springsteen (por poner sólo a los tres primeros de una lista de doce que deviene en algo tan improbable como que al guitarreo de Metallica le siga el violonchelista Yo-Yo Ma o la diva de la ópera Renée Fleming).

Resulta fácil deducir que ni por caché ni por agenda sería posible montar este tributo si no existe verdadero amor por Morricone. Entonces, surge  una pregunta: ¿Por qué este compositor de bandas sonoras alude en lo más íntimo a hijos de tan distintas madres (si bien todos ellos adoran la melodía a su manera)?

Yo sólo puedo aportar la explicación de mi querencia por su música. Ahora que se usa y abusa del concepto fusión, cabe decir que Morricone también es un autor de frontera. De fronteras interiores: entre lo clásico y lo moderno, entre lo hortera y lo sublime, entre el sentimentalismo y el sentimiento. Y si no tuviera un pie en cada lado, no llegaría tan alto.

Como ejemplo he escogido el tema en que Springsteen pone la guitarra a Once upon a time in the west (Érase una vez en el oeste). La orquesta, dirigida por el propio Morricone en Roma, ennoblece una partitura que nunca antes había sonado mejor. La melodía viaja hasta el estudio de The Boss en EE.UU. y éste la recoge con el toque de sus recientes preocupaciones: la épica de los emigrantes que alzaron una tierra de esperanza, como si fuera un himno sonando en un estadio repleto y sobrecogido. Yo, por lo menos, me veo ahí cuando lo escucho.

Extracto del audio del dúo Springsteen-Morricone:

miércoles, 29 de septiembre de 2010

Tres lecciones de Christopher Nolan

Un vistazo accidental a la cartelera me ha deparado una agradable sorpresa. Incepción (Origen), de Christopher Nolan, aún se encuentra en los cines, y eso que fue estrenada a principios de agosto.

He aquí una satisfactoria lección para productores, creadores y comentaristas. Empezando por estos últimos -yo no estoy libre de pecado- que a menudo piensan que el gran público está idiotizado y ellos son la esencia del discernimiento. Pues bien, comprobamos con esta cinta cómo miles de personas se han retratado en taquilla para asistir a una narración, en ocasiones, extremadamente compleja. Y -al menos puedo hablar por el resto de espectadores con los que compartí sala- la han seguido con singular respeto y emoción.

A los artistas, Nolan vuelve a darles ejemplo de un desafío extremo. Si en Memento tuvo la sencilla idea (todas las ideas verdaderamente notables lo son) de contar una película marcha atrás, en Origen dio justa réplica al hartazgo del cine en 3-D, ese viejo y aparatoso invento. Lejos de arrojar imágenes fuera de la pantalla, Nolan ha empujado al espectador en tres (o más) dimensiones hacia dentro de la narración, confiando en las lentes de su inteligencia y su imaginación.

Por cierto, ojalá esta película valga para insertar una idea en la mente de los mercaderes de la industria del entretenimiento: el talento y el buen hacer siempre son rentables y no hay piratas que puedan con ellos. Ni siquiera cuando esos piratas son productores a la búsqueda de dinero fácil.

domingo, 26 de septiembre de 2010

Ser o no ser Wallander

Kenneth Branagh nació en Irlanda del Norte, en el seno de una familia protestante que emigró a Inglaterra huyendo de la violencia política y religiosa. Dicen que al poco de ese traslado, el niño inició una representación que le marcaría de por vida. Dentro de casa, para gustar a los suyos, hablaba con  acento irlandés. Pero, toda vez que atravesaba la puerta ese acento desaparecía para gustar al mundo urbano, culto y clasista en el que pretendía triunfar. El resultado ya lo saben: hizo de Shakespeare, el palacio real del idioma, su propia casa. Fue, como mandaban los tiempos, un príncipe del pueblo megalómano, ambicioso, algo vasto. Pero también fue tierno, vitalista y felizmente creativo.

Luego, estar en esa casa no le bastó y ensayó el acento americano con un tono grandilocuente pero sin verdadera grandeza. No le escatimo méritos: logró arrancar a Hollywood un Hamlet completo de cuatro horas. Pero algo fallaba. Imaginen que un amigo rico y excéntrico no da la oportunidad de recrear aquel antiguo piso donde nos sentimos más vitalmente plenos, más apasionados. Por muchas emociones que remueva, no dejará de ser un decorado.


La decisión de interpretar a detective Kurt Wallander, del novelista Henning Mankell, me pilló desprevenido y lo atribuí a un intento del actor por recuperar una popularidad perdida desembarcando, como han hecho otros, en el formato televisivo. Y, de hecho, aún sigo convencido de ello. Entonces, ¿porqué me emociona tan profundamente esta actuación? El otro día me di cuenta: Branagh ya no es joven y cuando uno pasa el medio siglo de existencia, sabe que los escenarios de su vida se van acotando. Tampoco hay acento que imitar cuando se interpreta, en inglés, a un policía sueco sensible, inteligente y emocionalmente malherido que encarna el malestar del cacareado Estado de Bienestar.


En la escena más conmovedora del primer y espléndido capítulo de la serie, Wallander vuelve a la casa de su malhumorado padre, un pintor que considera a su hijo un traidor por la identidad que ha decidido tener. Wallander descubre que está enfermo de Alzehimer y que, pronto, los felices días de infancia y las desavenencias posteriores desaparecerán entre ellos y le confiesa, con gran alivio, lo desgraciado que se siente en la vida. Como en otros momentos de la serie la carga emocional es mucho mayor que la que solicitaba el guión. Pero fue en ese momento cuando me quedó claro que tanto en su vestimenta descuidada, en su andares y gestualidad cansada, Branagh, a fuerza de no querer tocar techo, era un hombre sin hogar. Que nos recitaba el monólogo 'ser o no ser' como ningún actor antes lo había hecho: en su interior, mientras intenta resolver infames misterios de la naturaleza humana.

lunes, 20 de septiembre de 2010

Adiós a Labordeta por Goytisolas

Érase un nacionalista generoso, un político honrado, un poeta sin ego, un republicano tan indudable que aceptó a un rey entre sus amigos.  Érase un hombre tan práctico que fue utópico.Tan culto que se hizo de pueblo. Tan conocedor del idioma que llevó la palabra mierda y se la arrojó a la cara de sus señorías como abono y noble estiércol. Érase un hombre de cultura tan grande que en ella cabían la tierra salvaje y la cultivada. Érase una voz tan hermosa que la música la perseguía hasta hacerle cantautor.

Esas cualidades excepcionales las llevaba puestas como si fueran de sentido común. Todas estas cosas fueron posibles mientras Labordeta caminó derecho sobre este mundo al revés. Descansa en paz dulce hombre rudo.

jueves, 16 de septiembre de 2010

Sonora bendición a Gerardo Olivares

Gerardo Olivares sería considerado uno de nuestros mejores directores sino fuera una persona accesible, afable y cabal. Mientras, viene a ser una especie de amigo en expansión, pues cada de vez es más numeroso el público que le aplaude, la gente que le escribe -y a la que él contesta primorosamente- en las redes sociales, los jurados que le premian y los críticos que le reseñan. Y a todos, después de tratar con él y con lo que hace, nos queda una sensación de afecto, un sentimiento que no ha tenido mucha vinculación con el proceso creativo sino es para denostarlo: si nos gusta la obra de un hombre que nos cae bien es, tal vez, porque nuestro juicio se ha nublado a su favor.

Y sin embargo, el afecto es la clave de su cine. Olivares no es paternalista ni un resentido que quiere hacernos sentir mal, sino que sus películas sean un lazo de celuloide entre, por ejemplo, aquellos que quieren pasar el Estrecho en 14 kilómetros y el espectador acomodado en el mundo al que aspiran. De igual manera, por muy extremo que sea el paisaje, nunca es hostil para su cámara. En años en que directores de cine y televisión  utilizan la cámara en mano para aparentar la verosimilitud documental, Olivares concede a sus bien documentados personajes la generosidad del plano perfecto en encuadre, luz y sonido, por muchas difícultades técnicas y estrecheces que pudieran condicionar el rodaje.

Ahora, Gerardo nos anuncia desde Facebook que Klaus Badlet, uno de los compositores más cotizados de Hollywood (El Príncipe de Egipto, Gladiator, La Prueba...) ha accedido a poner música a su último film, 'Entrelobos', la historia del caso real de un niño salvaje en España.
Una sonora bendición. Badlet ha preferido a un sustancioso cheque el talento de un hombre por el que, seguro, ya tiene afecto.

lunes, 13 de septiembre de 2010

Diderot nunca quemaría el Corán

Cuando le metieron en la cárcel por sus ideas, fue todo menos valiente. Irresponsable con las necesidades de su familia; ponía los cuernos a su mujer con una madame más fina; egocéntrico, si le visitaba un amigo en la cárcel lo tomaba como una constatación de que no podían pasar sin él y no como una prueba (arriesgada) de afecto. También fue uno de los hombres más trabajadores e inteligentes que ha conocido la Humanidad.

Nos referimos a Denis Diderot que, junto a D'Alembert, Rousseau y Voltaire, capitaneó la enorme empresa de la Enciclopedia. Su magnífica aventura es recreada por Philiph Blom en Encyclopédie, el triunfo de la razón en tiempos irracionales (Anagrama, 2007). Fueron 27 volúmenes, 72.000 artículos, 16.550 páginas y 17 millones de palabras por las que sus autores "vivieron años de detenciones y encarcelamiento, amenazas y ridiculización, confiscación y exilio" al haber definido un mundo en el que Dios era una parte y no el todo.

El reverendo que en Estados Unidos quiere quemar el Corán - y al que su rebaño considera sin fisuras un hombre ejemplar-es, también, un ciudadano del mundo gracias, en esencia, a aquellos escritores del París del siglo XVIII. Pero, como tantos otros, utiliza la repercusión medíática de la conocida como 'aldea global' poniendo el énfasis en la primera palabra.

A los enciclopedistas (lo qué hubieran dado por un PC con internet al servicio de la Ilustración) jamás se les hubiera ocurrido prender un folio. Bastante tenían con salvar a los suyos de la pira, incluyendo la entrada destinada al Corán, igual de valiosa que aquella que explicaba la construcción de una casa o la que describía la forma de las nubes.

Por eso, a pesar de sus múltiples defectos, fueron, a fin de cuentas, hombres buenos, de una manera que ningún credo divino ha sabido asumir ni tolerar: En consecuencia, la religiones nos siguen dando rectos hombres malos, de una sola y mala pieza, para quienes sólo existe un libro y todo lo demás merece, merecemos, las cenizas.

domingo, 12 de septiembre de 2010

Claude Chabrol: Fundido a Negro


Se decía de él que era el Balzac del cine, por ser tan prolífico y centrar la mayoría de sus miradas en la burguesía. También, que era el Hitchcock francés, por su querencia por los argumentos de intriga criminal. Bien dicho está. Pero fue algo más. En tiempos de desaliento del cine europeo, por la desleal competencia en el mercado del cine americano y la más aún desleal -por elitista, pesimista y aburrida- incompetencia de los creadores en el viejo continente, Chabrol estrenaba películas sin parar y con ello daba el mejor ejemplo de qué hay qué hacer para seguir: tan sólo seguir.      
                                                                                                              Ochenta años y ochenta películas. Qué cuenta de resultados tan envidiable. Aún recuerdo sus comentarios en las ediciones en dvd de su obra, en los que se sorprendía de haber rodado una buena o una mala secuencia que, mirando siempre al próximo proyecto, ya había olvidado. No se dio tiempo ni oportunidad para ser un viejo creador que añora su obra pasada. La muerte tuvo que cortar la escena en pleno desarrollo. La parca ha puesto en evidencia que, ante todo, es una mala directora sin imaginación, ni sensibilidad, ni un mínimo amor por la intriga. Como poco, al joven Chabrol debería haberle dejado realizar una docena de películas más.

sábado, 11 de septiembre de 2010

Aliento para Roberto Saviano

Una cuestión difícil, la de comenzar un blog de este tipo. ¿Música, cine, literatura? Y, dentro de ellos, qué elegir: ¿Algo que en estos momentos tengas entre manos o una obra como la que titula este espacio y cuya resonancia se extiende a lo largo de toda la vida? La duda se resuelve gracias a Roberto Saviano. No concibo mayor urgencia que la de dar aliento a un hombre cuya vida pende de un hilo y puede ser arrebatada por los señores del crimen organizado. Unos tiranos que obran casi con impunidad, entre otras cosas, porque escritores e intelectuales supuestamente comprometidos tienen un alto instinto de conservación y consideran conservador exigir un gran refuerzo de los mecanismos del Estado para ponérselo más difícil a los generales y los soldados del crimen.

Debo confesar que Gomorra no me pareció un libro bien escrito, lo que nada tiene que ver para que fuera perfecto. Se necesitaba vehemencia, dolor, exasperación, lucidez y coraje, no un ejercicio estético calibrado que, yo no sé si el autor pretendía, pero que al lector nada importaba. Ahora, en la colección de artículos La Belleza y el Infierno, se encuentran esas propiedades de estilo que, si antes  incluso podía molestar el Saviano cronista a pie de calle, ahora se han convertido en sus aliadas en su encierro para amplificar su voz y que ésta no sea prisionera, como su dueño, de un ancho mundo convertido en una sola habitación de hotel. (Muchas precauciones, mucha suerte y ojalá que cierto temor por parte los asesinos hayan impedido que la muerte llame a la puerta).

Volveremos más adelante a La Belleza y el Infierno. Tan sólo apuntar que su introducción debería ser estudiada en todas las facultades de Periodismo como ejemplo de escritura honesta. En su fondo y, también, en su forma.

Adelante, está abierta

Casa Desolada. Un diario de navegación entre diferentes películas, libros y discos. Un título que hace referencia a la gran novela de Charles Dickens. En la obra los protagonistas viven en una mansión así llamada, pero el lector pronto se da cuenta de que la verdadera casa desolada es el mundo exterior. Pues bien, comenzamos a llenar las estanterías, paredes y rincones... bienvenidos.