domingo, 5 de junio de 2011

El principado de Leonard Cohen


En una entrada anterior comenté que los creadores debían considerar los premios como una cuestión utilitaria para seguir más comodamente adelante. Hay excepciones. El premio Príncipe de Asturias de las Letras ya no puede significar una promoción para Leonard Cohen. Tal vez, incluso sea al contrario, sobre todo entre los seguidores del poeta fuera de nuestras fronteras. Y luego está la emoción personal. La idea de que algo ligado con la vida íntima de uno merece un reconocimiento superior. El caos del mundo es menor.

El jurado, con exactitud, ha señalado que el mérito de Cohen es su imaginario sentimental. Ese es el principado del poeta y cantautor que se ha extendido de persona a persona sin conocer fronteras.


Hace dos años tuve la fortuna de asistir a uno de sus recitales en León. Días antes un periodista me preguntó por qué acudía: ver esa gira de Cohen, que intuía la última, era una despedida a la que no podía dejar de asistir, como contemplar Venecia hundiéndose, respondí. Acompaño a estas líneas con las que escribí en un artículo al día siguiente (El triunfo de la belleza). Refleja mi cambio de opinión. Porque fue algo más emocionante. Fue como ver Venecia por última vez, pero sabiendo que no se hundirá nunca. Como el imaginario sentimental de Cohen, en mi propio imaginario sentimental, donde siempre es recibido como un príncipe.


Leonard Cohen. El triunfo de la belleza 
(1/8/2009 elmundo.es)
¿Qué sucedió en la noche del viernes en el León Arena en el concierto de Leonard Cohen? Unos atribulados encargados de seguridad tuvieron que reforzar la primera línea entre el público y un septuagenario, enjuto y frágil que ni siquiera había llenado todo el aforo de la Plaza de Toros.

En los últimos 30 minutos de un concierto de más de tres horas cientos de personas desembocaron en el pasillo central camino del escenario. Guardaban un silencio casi absoluto mientras sonaba la música para reclamar, en estallidos de aplausos, la presencia de Cohen que salió hasta cuatro veces. Al final, el poeta canadiense, tras cantar 'I Tried To Leave You' (Estoy intentado dejarte) y rendir tributo a sus músicos y técnicos, pidió con suma delicadeza a "sus queridos amigos" (el público) que le dejaran retirarse tras "una velada tan hermosa". 

Lo que sucedió, ni más ni menos, fue el triunfo absoluto de la belleza. Y que las personas que se acercaban estaban sobrecogidas. Leer más. La crónica completa