lunes, 31 de octubre de 2011

Verdon adivina una reflexión que yo pensaba

Al final, me decidí por ceder a la archivendida novela de misterio de John Verdon Sé lo que estás pensando. En los éxitos de ventas, la edición de bolsillo es atractiva porque no hace mucho daño al idem si el libro resulta ilegible. Pero su lectura terminó siendo adictiva y su éxito, comprensible. Aunque la prosa de este autor es funcional, tiene su arte el orden, la pulcritud y la veteranía de la experiencia (Verdon ronda los 70 años: un curioso debut).

A favor: resucitar el valor de un buen enigma (una carta anónima intimida al que la recibe al adivinar un número que tiene en mente). En contra: los consabidos traumas en la vida del protagonista, propios de serie B. A destacar, un buen motivo de reflexión: el investigador, David Gurney, sabe que vive más tiempo dentro de su cabeza -entregado al análisis de los crímenes, a encontrar su lógica por ilógica que parezca- que dedicado al mundo exterior que le reclama constantemente.

Una vida en conflicto entre el interior y el exterior. ¿No eso lo que ocurre con cualquier escritor? ¿Acaso no es lo que hace que los narradores se sientan tan fascinados por los detectives? ¿Lo que explica que la novela de intriga, en sus multiples variantes, tenga tan buena salud? Bertolucci dijo en una ocasión que cualquier película debía rodarse como un thriller. Umberto Eco necesita dormirse leyendo esta clase de género narrativo, que contiene misterios que a la vez entrenan y relajan  frente a misterios mayores.


Verdon ya ha publicado una segunda parte de su novela. Sopeso lo que he escrito a favor y en contra de la primera. No me fio de que nadie siga pensando con el mismo poder de penetración y sugerencia después de un gran éxito. Esperaré a la edición de bolsillo.


domingo, 5 de junio de 2011

El principado de Leonard Cohen


En una entrada anterior comenté que los creadores debían considerar los premios como una cuestión utilitaria para seguir más comodamente adelante. Hay excepciones. El premio Príncipe de Asturias de las Letras ya no puede significar una promoción para Leonard Cohen. Tal vez, incluso sea al contrario, sobre todo entre los seguidores del poeta fuera de nuestras fronteras. Y luego está la emoción personal. La idea de que algo ligado con la vida íntima de uno merece un reconocimiento superior. El caos del mundo es menor.

El jurado, con exactitud, ha señalado que el mérito de Cohen es su imaginario sentimental. Ese es el principado del poeta y cantautor que se ha extendido de persona a persona sin conocer fronteras.


Hace dos años tuve la fortuna de asistir a uno de sus recitales en León. Días antes un periodista me preguntó por qué acudía: ver esa gira de Cohen, que intuía la última, era una despedida a la que no podía dejar de asistir, como contemplar Venecia hundiéndose, respondí. Acompaño a estas líneas con las que escribí en un artículo al día siguiente (El triunfo de la belleza). Refleja mi cambio de opinión. Porque fue algo más emocionante. Fue como ver Venecia por última vez, pero sabiendo que no se hundirá nunca. Como el imaginario sentimental de Cohen, en mi propio imaginario sentimental, donde siempre es recibido como un príncipe.


Leonard Cohen. El triunfo de la belleza 
(1/8/2009 elmundo.es)
¿Qué sucedió en la noche del viernes en el León Arena en el concierto de Leonard Cohen? Unos atribulados encargados de seguridad tuvieron que reforzar la primera línea entre el público y un septuagenario, enjuto y frágil que ni siquiera había llenado todo el aforo de la Plaza de Toros.

En los últimos 30 minutos de un concierto de más de tres horas cientos de personas desembocaron en el pasillo central camino del escenario. Guardaban un silencio casi absoluto mientras sonaba la música para reclamar, en estallidos de aplausos, la presencia de Cohen que salió hasta cuatro veces. Al final, el poeta canadiense, tras cantar 'I Tried To Leave You' (Estoy intentado dejarte) y rendir tributo a sus músicos y técnicos, pidió con suma delicadeza a "sus queridos amigos" (el público) que le dejaran retirarse tras "una velada tan hermosa". 

Lo que sucedió, ni más ni menos, fue el triunfo absoluto de la belleza. Y que las personas que se acercaban estaban sobrecogidas. Leer más. La crónica completa

martes, 17 de mayo de 2011

La delicada oscuridad de El padre de mis hijas


El placer de un blog reside en comunicar y compartir sin intermediarios aquello que deseamos. Hoy el placer es doble, ya que llega a algunas salas y, en cualquier caso, ya se encuentra en internet, el filme francés Le Père de mes enfants (El Padre de mis hijas).

Yo pude ver esta obra hace ya dos largos años, en la Seminci, el Festival de Cine de Valladolid. Que no obtuviera ningún reconocimiento en el palmarés me pareció eso, una palmaria injusticia. El padre de mis hijas fue la aportación más delicada de aquel año. Había recordado esa película con cierta frecuencia desde entonces como ejemplo, también, de la triste e indignante imposibilidad de ver ciertos títulos en un mercado abarrotado de mediocridad. Ahora, en este caso, eso se repara.

Está dirigida, con asombrosa madurez, por Mia Hansen-Love, una realizadora que no ha cumplido aún los 30. Se basa en los últimos días de vida (real) del productor Humbert Balsan -que se suicidó acosado por las deudas- y las primeras semanas en que la familia (su esposa y tres hijas) deben aceptar la situación y continuar con sus vidas.




He visto que en la revista Cahiers du Cinema (que ya mencioné en otra entrada)  recala en su crítica en los ricos entramados psicológicos y sentimentales de la película.

Eso está bien, pero yo recuerdo impresiones más directas en esa Seminci de 2009. El padre de mis hijas  me pareció la mejor aportación, desde el plano emocional, sobre la crisis económica que ya se manifestaba como duradera. También, el más sentido homenaje a un hombre (Humbert Balsan) -el cine ha dado seres así de extraordinarios- que soñó con aunar negocios y arte con instinto y voluntad (hizo posibles muchas películas de autor). De hecho, apoyaba a Mia Hansen-Love cuando ésta solo había hecho antes un corto y El padre de mis hijas ha demostrado hasta que punto tenía olfato.

En la sala me abrumó la ausencia de pretenciosidad y el amor y respeto con que la directora trató tanto al fallecido como a su familia aunque la realidad no fuera, precisamente, un cuento rosa. Aún me parece genial el arranque, con Balsan al volante y hablando por dos teléfonos móviles, al que la polícia para y comunica que ya no tiene más puntos... Ese presagio ya nos dice cuál es el tono: sencillo en la exposición, profundo en la escritura.


Enternece el hecho de que, asfixiado economicamente, Balsam aún sube a la buhardilla, donde no hay ningún elemento de trabajo, para hablar de nuevos proyectos con jóvenes realizadores. O la secuencia de la última noche de su mujer y sus hijas en París, cuando un apagón las obliga buscar velas y salir a la calle también a oscuras, en una negrura donde se mezcla el velatorio y la llama de la vida. Porque en una cosa sí coincido con los críticos. Pocas veces se ha visto tanta y tan dulce claridad para hablar de lo más oscuro de nosotros mismos.

jueves, 28 de abril de 2011

Affleck y Damon: dos románticos con inteligencia



No me apeo aún de Steiner, siquiera para introducir esta nueva entrada. En Errata defiende que el amor, si bien irracional, es la construcción más inteligente que nos es posible frente al odio. Hace ya algunos días pude ver dos películas The Town ciudad de ladrones y Destino Oculto, (absurda traducción de The Adjustment Bureau) en las que el amor, al contrario de lo que suele ocurrir en la mayoría de las tramas que se dicen románticas, era tratado con inteligencia. De ahí que ambas contuvieran un auténtico sentimiento.

La primera se debe a la presencia y dirección de Ben Affleck. La segunda, tiene como protagonista a Matt Damon. La primera narra la historia de un delincuente (Affleck) que cambia su rumbo al conocer a una chica en un atraco y bebe del 'polar' francés y su capacidad para hacer de un 'fuera de la ley' un héroe romántico.



La segunda, Destino Oculto, es una extravagancia basada en un relato de ese extraño y desafortunado genio que fue Philip K. Dick en la que un hombre (Damon) lucha contra burócratas del destino en pos de su amada.





Ambas tienen como motor a dos actores que creen en la posibilidad de ser galanes sin tener que dejar la materia gris a la puerta del rodaje. Es más, todo lo contrario, siendo unos cuidadosos y acertados lectores de guiones. Podrán decir que son buenas películas y no grandes películas. Sea. Pero en The Town  me conmueve la evocación del momento en que el criminal libera a la rehén, de la que ya está prendado, caminando descalza en la playa con los ojos vendados y con la instrucción de parar cuando sus pies toquen el mar. Y en Destino Oculto arrebata la huida de los amantes a través de puertas que les hacen saltar de un lado a otro de la ciudad, convertida en un laberinto donde intentan encontrar refugio en vano. Hay que tener un buen dominio de la prosa cinematográfica para rodar una secuencia que sea un verso inmortal.



lunes, 28 de marzo de 2011

Steiner, el consuelo del maestro

Un desastre nuclear consumado y una guerra en marcha. Para conservar la cordura, la voz -porque tan clara es su prosa que se oye- del maestro George Steiner. Su biografía Errata, el examen de una vida.



Ya el título, con su sugerencia de equivocación, de ausencia de dogmatismo, pero también de paso errante, depura el acierto. Dentro, no una mera sucesión de hechos o un inacabable ejercicio de memoria, sino apenas 200 páginas donde el intelectual examina al ser humano y viceversa, pues no se puede llegar a la excelencia sin un básico sentido común.

Nadie ha dicho nada más grande y exacto sobre Shakespeare como que éste puede ser 'desigual, confuso, desastroso, inferior a sí mismo, como la propia naturaleza humana...' Sana envidia de un erudito que es capaz de contarnos la percepción de que somos mortales extraída de Racine y, al momento, encontrar la equivalencia en la última mirada a nuestro perro antes de que lo sacrifiquen. '


Tras casi 80 años de vida, confiesa que a veces fantasea con que el mundo es la pesadilla transitoria de un dios durmiente que, al despertar, acabará 'con el grito del niño, el silencio del animal apaleado'. Heidegger, aquel insensible dictador del pensamiento, señalaba que 'el que piensa grandemente debe equivocarse grandemente'. Y tanto. Steiner es un demócrata y por eso nos advierte que los que piensan 'en pequeño' (ese narcótico) pueden equivocarse grandemente. Otra guerra consumada incluso antes de haber acabado, un nuevo desastre nuclear en marcha en algún sitio. Pensar, pensar hasta no ser, en la tragedia, inferiores a nosotros mismos.

viernes, 25 de febrero de 2011

Mi perniciosa manía por los finales poéticos




Como reza el título de esta entrada tengo una perniciosa manía por los finales poéticos. Me gustan las narraciones que contienen lirismo, los poemas que cuentan una historia y las películas que muestran algo que no se ve. Pongo por ejemplo la gran serie Lost que yo quise abandonar, ante la indignación de mi mujer, en la 3ª temporada. Hasta ese momento, Perdidos combinaba magistralmente acciones pasadas de la vida anterior de los protagonistas antes del accidente de avión, con las de su supervivencia en la Isla. 
 
En la última secuencia de esa tanda un destrozado Jack ejerce de doctor en la ciudad y acude a una cita, un coche se acerca y de él baja su compañera de naufragio. Tenemos que volver, le dice a Kate. La narración subvierte su naturaleza y desvela el engaño y forma el momento cumbre del enigma. Después de eso, narrativamente, la cosa no puede sino decaer, ya no encontrará una cualidad poética semejante: aquella en que misterio y revelación forman una sola sustancia.


Afortunadamente, la lectura es una actividad individual que me permite conseguir disfrutar de los finales poéticos sin que nadie de la casa se quede colgado. Así pues anuncio (como si le importara a alguien) que he decidido no acabar la monumental El Pasaje, de Justin Cronin, pero debo recomendar su excepcional primera parte que conforma una unidad poética completa y emocionante.



Inscrita en ese extraño realismo que han traído consigo algunos relatos de vampiros y zombies (ejemplo: The walking dead), El Pasaje cuenta, en primer lugar, la destrucción del mundo conocido por un experimento fallido. Estos últimos días de la humanidad suponen un excelente reflejo de nuestra vida, habitados por personajes inolvidables (asesinos, monjas, tenderos, chicos de la limpieza, científicos). 

Destaca, sobre todo, la escena en que una madre y una hija deben abandonar su hogar por no tener dinero para pagar el alquiler por la crisis. El narrador se queda en el escenario para contarnos cómo el inmueble se sumirá en el olvido, el deterioro de la fachada, las ventanas y las estancias ante la fuerza del viento. Logra que esa anécdota casi insignificante sea la resonancia del Gran Final. "En tan sólo 32 minutos murió un mundo y nació otro" (pag. 286). Revelación y oscuridad a partes iguales ¿Quién quiere seguir algo que sólo puede ir a peor?


domingo, 30 de enero de 2011

Eco, Grossman y Ley y Orden


No había acabado El Cementerio de Praga, la última novela de Umberto Eco, cuando había comenzado Todo Fluye, de Vasili Grossman, y, entre medias, se me ha colado un episodio de Ley y Orden.

El primero trata sobre los criminales que, pluma en mano, inocularon en antijudaísmo en el siglo XX. ‘El odio calienta el corazón’ dice uno de sus personajes. Grossman arranca su texto con un soberbio capítulo, testimonio del antijudaísmo, ya como estructura social, del régimen de Stalin. El episodio de Ley y Orden plantea la existencia de una página web que señala a ciudadanos que considera indeseables y cuyos comentarios, al final, azuzan a una pobre enferma mental a llevar a cabo un asesinato.

A Umberto Eco le encanta la narrativa popular y tiene escrito, como semiólogo, que vivimos en un mundo repleto de significados, narraciones e información, en donde la lectura de un libro no se produce en el vacío, sino que, desde que se comienza y hasta su conclusión se entrecruzan otros libros, películas, anuncios, y la simple vida cotidiana cargada de complejas historias (o viceversa). Toda obra es una obra abierta.

Por lo tanto, unamos las tres propuestas: el odio alimentado por mentes sin escrúpulos calienta el corazón y fluye por la estructura social y, al final, siempre encuentra uno o un millón de dementes que lo materializarán en un derramamiento de sangre.



Los mandamases judíos y los de la Iglesia han reprobado a Eco. ¿Por qué no se vuelven contra Grossman o contra la veterana serie de televisión? ¿Porque uno está muerto y la otra no tiene prestigio intelectual? Si representan a los perseguidos y a los hombres de buena fe deberían agradecer estas narraciones –ya sean grandes o modestas, de gran erudición o rápido consumo– que exponen y atacan a los criminales del pensamiento. Si no es así ¿Cuál es su bando?




viernes, 28 de enero de 2011

Rafael Flores. Trabajo y amistad como obras de arte

En este blog hay un enlace que necesitaba una aclaración y hoy es el día adecuado para llevarla a cabo. Se trata de la recomendación de la web de Rafael Flores. Alguien, no sé quién, dijo que un verdadero amigo es la obra de arte más lograda. Ésa sería la definición más exacta que se me ocurre de mi relación con este escritor argentino afincado en Madrid por su pasado político. 



No nos hemos visto mucho a lo largo de los años (creo que le he oído más veces por la radio presentando su programa Mano a mano con el tango, que conversando cara a cara) pero todos los encuentros han sido decisivos. Aquí importa el primero, hace más de 20 años, cuando yo no era más que un alevín en el terreno de las letras, él me puso en la corriente adecuada para que prosiguiera por mi cuenta. Y el último, el año pasado, cuando me entregó su libro ‘Pasión y Caída’ Memoria de la Mesa de Gremios en Lucha. Argentina, 1973-1976.

En sustancia, se trataría de un testimonio sobre el movimiento sindical alternativo desarrollado en Argentina al margen de los sindicatos peronistas y, luego, brutalmente reprimido. Pero la importancia de ‘Pasión y Caída’ es mucho mayor. 

Flores hace tiempo que domina como nadie el tango escrito. Con envidiable prosa seductora que equilibra inteligencia, amor, dolor y nostalgia, da testimonio de la plenitud de ser trabajador y sindicalista.  Una forma de vida que parte de los problemas concretos para lograr un enriquecimiento continuo que va más allá de las mejoras salariales, pero que nada tiene de místico: ser más persona cuando se acaba la jornada y no menos. 

¿Utopía? Puede, pero mantener las utopías, siquiera de pensamiento, previene de la distopías, esas sociedades perversas contrarias a la ideal que devienen en 'corralitos' que hoy conocemos. 

¿Por qué 'Pasión y Caída' fue editada en Italia hace tres años pero no en España? ¿Tendrán razón los que dicen que antes de una crisis económica hay siempre una crisis cultural? Existe una burbuja literaria y las estanterías de las secciones de libros de los grandes almacenes se parecen cada vez más a esos bloques de pisos a medio hacer en donde nadie trabaja, aunque, por supuesto, están a la venta. 

En este día en que me dicen que yo y los míos tendremos que afanarnos más para recibir menos, esas novedades literarias no me dicen nada. He vuelto, entonces, a releer algunos trozos de ‘Pasión y Caída’. 

Rafael Flores no ha hecho otra cosa en su vida que trabajar y no ha ganado nunca más que un operario, pero cada día acaba la jornada siendo un escritor más grande. Hace 20 años me ayudó comenzar y hoy me ayuda a seguir. Lo dicho, inspira como una obra de arte y, para mi fortuna, es mi amigo.


Sitio web donde conocer a Rafael Flores un poco más 

miércoles, 26 de enero de 2011

Sherlock y Dickens: Casas rescatadas


Visita a Baker Street las pasadas navidades. La reconstrucción del domicilio de Sherlock Holmes es una pequeña delicia tanto para el turista que conoce vagamente al personaje como para el aficionado más obsesivo. La cola, una babel de idiomas que tan sólo representa un pequeño ejemplo de todos aquellos a los que Conan Doyle ha sido traducido y una y otra vez reeditado. Un ‘bobby’ decimonónico, en la puerta, y dentro, una sucesión de cuartos y rincones en lo que se puede considerar un irrupción doméstica de unos personajes que aún parecen vivir en una dimensión paralela.

Ahora que todo lo medimos en puestos de trabajo, esta iniciativa de una asociación de admiradores de la creación de Conan Doley ha logrado, con la adquisición de esta casa (no es, desde luego, el 221 que nunca existió) una docena de puestos de trabajo que no parecen amenazados por la crisis. No, desde luego, el del figurante que interpreta al Doctor Watson y que te invita a posar sentándote en el sofá del detective, al lado de su pequeño laboratorio y la chimenea.

También en Londres, la Heritage Lottery Fund invertirá dos millones de libras en salvar la casa que habitó Charles Dickens en Doughty Street. No se trata, he aquí lo importante, de la casa donde nació o murió. Fue la casa en donde escribió Nicholas Nickleby y celebró sus primeras navidades en familia. ¿Parece mucho dinero? ¿Comparado con qué? Este es un inmueble que no estallará en ninguna burbuja inmobiliaria.

De vuelta a España, trato de recordar algún hogar literario y no lo encuentro. No me refiero a casas de nacimiento o muerte del autor, con su placa de panteón, sino aquel que se inventa o se conserva por algo significativo en su creación, que debe ser lo que nos importa porque es lo que sigue vivo. Como la primera navidad del autor del más famoso cuento de época del año. Ya no digamos de la casa de un personaje. 

Me refiero a un hogar relacionado con la literatura donde el fuego esté encendido y acudan a sentir su calor gentes de todo el mundo. Pero nuestros escritores no han sabido construir un hogar soñado. Somos homeless literarios.

 Web The Sherlock Holmes Museum

lunes, 10 de enero de 2011

Auster y su último giro inesperado


Terminé irritado y defraudado la lectura de Sunset Park, la última novela de Paul Auster. Ahora, semanas después, empiezo a sospechar que no sólo no se trata de una obra fallida sino, tal vez, de una maestra. En su novela anterior, Invisible, me dí cuenta de que el autor de Nueva Jersey estaba en plena forma. No con el vigor juvenil de El Palacio de la Luna, sino con aquel otro empuje que va más allá de la madurez, en el que ya no hay obligación de demostrar nada, y de esa liberación fluye el más preciado arte.

También fluye Sunset Park, pero, ¿cuánta es la profundidad de su cauce? Su principio no podía ser más atractivo para un servidor. Un joven, Miles Heller, atormentado por la culpa de haber abandonado a su familia, trabaja limpiando casas desoladas (aquellas que han sido embargadas por impago de hipoteca) y saca fotos de sus interiores. A partir de ahí la novela se extiende como una mancha de aceite por las personas que se relacionaron o se relacionan con Heller: padres, padrastros, amigos y amores.

Como en todo Auster hay casualidad, fatalidad, obsesión por lo inesperado y agudas referencias a obras en apariencia lejanas y escogidas al azar, pero que funcionan como espejo de la trama (en este caso, una espléndida reivindicación del film Los mejores años de nuestra vida). Y momentos de su mejor literatura, que es lo mismo que decir que de la mejor literatura del momento, como el retrato del  padre de Heller que va, sin que su hijo lo sospeche, siguiéndole en su huida, contemplando sin comprender la vida del muchacho mientras la suya propia se va al garete.

Sin embargo, el final, que no puedo desvelar, me defraudó. ¿Qué había pasado?, me dije. La idea del retrato de las casas desoladas enseguida se abandona y este será el tono del resto de la narración, donde nada ni nadie parece perdurar contado con una prosa tan cristalina que no vemos llegar el fin.

Luego, días después de dar portazo a sus tapas, comencé a cambiar de opinión, como si Sunset Park hubiera logrado extender lo inesperado más allá de sus páginas. ¿Y si este cauce no es acaso un torrente? ¿Es posible hacer una obra que sea sólo impulso? Un libro que, terminado, se sigue leyendo. ¿No es eso lo que logran los maestros?