lunes, 13 de septiembre de 2010

Diderot nunca quemaría el Corán

Cuando le metieron en la cárcel por sus ideas, fue todo menos valiente. Irresponsable con las necesidades de su familia; ponía los cuernos a su mujer con una madame más fina; egocéntrico, si le visitaba un amigo en la cárcel lo tomaba como una constatación de que no podían pasar sin él y no como una prueba (arriesgada) de afecto. También fue uno de los hombres más trabajadores e inteligentes que ha conocido la Humanidad.

Nos referimos a Denis Diderot que, junto a D'Alembert, Rousseau y Voltaire, capitaneó la enorme empresa de la Enciclopedia. Su magnífica aventura es recreada por Philiph Blom en Encyclopédie, el triunfo de la razón en tiempos irracionales (Anagrama, 2007). Fueron 27 volúmenes, 72.000 artículos, 16.550 páginas y 17 millones de palabras por las que sus autores "vivieron años de detenciones y encarcelamiento, amenazas y ridiculización, confiscación y exilio" al haber definido un mundo en el que Dios era una parte y no el todo.

El reverendo que en Estados Unidos quiere quemar el Corán - y al que su rebaño considera sin fisuras un hombre ejemplar-es, también, un ciudadano del mundo gracias, en esencia, a aquellos escritores del París del siglo XVIII. Pero, como tantos otros, utiliza la repercusión medíática de la conocida como 'aldea global' poniendo el énfasis en la primera palabra.

A los enciclopedistas (lo qué hubieran dado por un PC con internet al servicio de la Ilustración) jamás se les hubiera ocurrido prender un folio. Bastante tenían con salvar a los suyos de la pira, incluyendo la entrada destinada al Corán, igual de valiosa que aquella que explicaba la construcción de una casa o la que describía la forma de las nubes.

Por eso, a pesar de sus múltiples defectos, fueron, a fin de cuentas, hombres buenos, de una manera que ningún credo divino ha sabido asumir ni tolerar: En consecuencia, la religiones nos siguen dando rectos hombres malos, de una sola y mala pieza, para quienes sólo existe un libro y todo lo demás merece, merecemos, las cenizas.

3 comentarios:

  1. Tolerancia es lo que falta y respeto a la libertad religiosa. El fanatismo no ha llevado jamás a nada bueno, basta con echar la vista atrás en la historia (y no muy atrás). Y, en efecto, Diderot nunca quemaría el corán. Ni muchos otros.

    ResponderEliminar
  2. La religión da hombres malos; la ilustración dio hombres buenos. Pues mira, voy a discrepar: la mayoría de la gente que dedica su vida a hacer el bien a gran escala y de forma altruista lo hace por motivaciones religiosas. Por el contrario, la mayoría de la gente que se ha dedicado a hacer el mal a gran escala lo ha hecho en nombre de ideologías herederas del racionalismo ilustrado.
    En todo caso da igual. Venga, de acuerdo, voy a dar por bueno que la religión produce sobre todo hombres malos. ¿Por qué utilizar al reverendo-quema-coranes como paradigma? Hay hombres religiosos que queman templos (Sudán) con gente dentro; que queman la cara a las mujeres con ácido (Kurdistán) por cuestiones de honor; que lapidan adúlteras (Irán) cuelgan homosexuales (Somalia) secuestran colegios enteros (Osetia) o usan niños discapacitados como terroristas suicidas (Palestina).
    Pero claro, lo que mola es despreciar la intolerancia del cristiano, a ser posible yanqui. La razón ilustrada y Diderot te importan una mierda, Miguel Ángel.
    Perdona el discurso, pero me toca los cojones la inercia anticristiana.
    Mis respetos.

    ResponderEliminar
  3. Ciertamente, cuando me referí a la religión, me refería al concepto y no a una en particular. Todos los ejemplos, bien traídos, los veo como una suma. Separarlos obedecería también a otro tipo de inercia.
    Gracias por tu comentario.

    ResponderEliminar